domingo, 12 de septiembre de 2010

LA MOTIVACIÓN PROFESIONAL

Constantemente aparecen publicaciones acerca de lo importante que es mantener a nuestros colaboradores en un alto estado de motivación (para aquellos que tenemos la responsabilidad sobre terceros dentro del ámbito empresarial). Eso es evidente, sin lugar a dudas. Sin embargo, para conseguir dicho objetivo debemos plantearnos cuales son la "fórmulas mágicas" que harán que nuestros colaboradores entren voluntariamente en ese estado de ánimo.
Lo primero que debemos tener claro es que las personas trabajamos por dinero. Si este parámetro está justamente establecido para ambas partes (empresa-trabajador), lo siguiente que hay que tener en cuenta son los dos caminos posibles que podemos dar a escoger a los que tenemos por debajo (o bajo nuestra responsabilidad, como he dicho antes):
1. Trabajar motivado
2. Trabajar atemorizado (lo asocio al miedo a perder el puesto de trabajo ó a ser rebajado en la tareas que realizas dentro del escalafón no escrito pero real de los diferentes trabajos que se realizan en un área concreta de la empresa)
Aunque nos parezca una simple clasificación resulta ser lo suficientemente básica como para englobar a la mayoría de los trabajadores por cuenta ajena (en la que me incluyo). Además, como implícitamente se puede ver, la opción 1. es la más beneficiosa para la empresa; mientras que la opción 2. sólo conllevará pasividad, conflictos e ineficiencias.
En mi opinión, todos los directivos y mandos intermedios deberíamos esforzarnos para que nuestros colaboradores siguiesen por el camino de la opción 1.: trabajar motivados. Si suponemos que la Dirección de la empresa potencia dentro de sus valores ó cultura dicha opción, cada responsable de área deberá buscar la fórmula a aplicar a cada persona, pues no existe una fórmula universal que materialice el cambio de actitud esperado fácilmente. Este hecho se fundamenta en que a cada unos de nosotros nos mueven unos u otros intereses personales y profesionales. Ahí está la raíz en la que deberemos basar nuestras tácticas de transformación para cada uno de nuestros colaboradores. Si no se traza así, y se intenta hablar de cambio cultural general encaminado hacia la motivación de todos los trabajadores, el coste del cambio puede ser el fracaso en el intento.
Y ¿cuales serán los indicadores que nos harán saber si hemos fracasado o hemos conseguido el éxito esperado? Según mi experiencia personal, el aspecto que denota si una persona se ha integrado en el "grupo de motivados" es la COLABORACIÓN, hasta donde está dispuesto a llegar y que relación mantiene con sus responsables directos y compañeros. Ni ratios, ni KPI's marcan dicho traspaso.
Y lo más sorprendente de todo es que si la organización está motivada (en su mayoría ¡claro!, ya que siempre existe la típica oveja negra que por supuesto habrá que sacrificar si después de varios intentos sigue oponiéndose a la nueva cultura) los resultados superarán con creces los objetivos marcados en circunstancias normales de una organización que no incluye la motivación en sus pilares. Es decir, la mayor diferencia entre una empresa que cuide la motivación de sus empleados y otra que no lo tenga en cuenta, será un diferencial exponencial. El motivo radica en que todos sus integrantes están pensando en cómo solucionar de la forma más rápida y barata (sinónimo de 'eficiencia') los problemas del día a día, los cuales son los que en el sumatorio final conforman las ineficiencias existentes en los productos/servicios y procesos de funcionamiento de la empresa a la que pertenecen.

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